Vida en la naturaleza

En el Rosarito aprendemos con y en la Naturaleza.

El riesgo ambiental es cada vez mayor. Los recursos naturales están amenazados; el agua, la tierra, el aire, las energías no renovables, el agotamiento de los suelos, la deforestación, el aumento de la temperatura, la superpoblación, el problema de la comida, el exceso de basura, las tecnologías sucias, la pérdida de relación armónica con el otro y de la diversidad de la vida son características del tiempo actual.

Con la necesidad imperiosa de contrastar estas tendencias dominantes surge el Proyecto Institucional “Vida en la Naturaleza”. Porque la educación debe vivir el tema de su tiempo, como pensaba Rosarito Vera Peñaloza, es que nos constituimos como la esperanza ecológica del planeta. Desarrollar la conciencia ecológica, sintiéndonos responsables y autores, es el desafío.

Huerta y Granja Pachamama.

Desde los orígenes el Rosarito pensó un lugar físico para plantar, ver crecer, cosechar y agradecer a la sabiduría de la Tierra. Sabíamos que fomentar estas prácticas nos iba a traer grandes satisfacciones, sobretodo en relación a la enseñanza y puesta en juego del desarrollo y estimulación de la sensibilidad de estudiantes y adultos, un espacio vital para todos.

Aula a cielo abierto, manos en la tierra, lugar de encuentro, de remover, de confiar, de preguntar, de encontrar soluciones, de crear, de aceptar nuestra ignorancia y de aprender de los saberes milenarios escondidos en cada terrón.

Propiciar ese espacio escolarizado para sembrar todos los años, todos los cursos, y luego satisfacernos con la cosecha propia celebrando el reparto colectivo es un ritual de enorme significado para nuestro proyecto.

Una huerta como excusa para llevar la vida a las aulas, las aulas a la vida en naturaleza. Una manera de enseñar la existencia de otros mundos dentro de la escuela y de sentirnos, a la vez, parte de algo siempre más grande, innombrable, inabarcable, misterioso, complejo y maravilloso.

Escuchar lo que la tierra tiene para decir, dejar que los estudiantes sean interlocutores, cuidar a los animales de la granja, estimular el trabajo consciente y participativo, agradecer el poder aprender y enseñar en contacto con la tierra.

Un proyecto para cultivar la paciencia y la constancia; para aprender y enseñar que si cuidamos vive, que si somos equipo lo logramos, que la naturaleza es sabia y que cada semilla atesora las voces de nuestros orígenes, toda la evolución, el pasado y el futuro condensado, todo el germinar de tantas potencialidades que los seres humanos tenemos escondido, esperando un terreno propicio, un buen cuidado y el momento adecuado.